Editorial

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viernes, 20 de junio de 2025

Cómo La Escuela Mata Tu Mente Desde Niño – Schopenhauer y Nietzsche - (Transcripción)

Imagen ilustrativa de John Gatto

El nacimiento de la educación pública obligatoria en Occidente, suele verse como un signo de avance, una conquista que brindó a todos, la posibilidad de formarse, desarrollar sus capacidades y mejorar sus condiciones de vida.

Sin embargo, no todos comparten esta mirada optimista. De hecho, muchos estudiosos de su historia, concluyen que su propósito original no fue precisamente iluminar, sino funcionar como un sofisticado mecanismo de control social.

Las raíces de este sistema se remontan a la antigua Grecia, donde en Esparta, los niños eran alejados de sus familias, y formados en escuelas militares para garantizar una obediencia absoluta al Estado.

No obstante, la versión moderna de esta escolarización obligatoria surgió en el siglo XVI.

En 1524, Martín Lutero, una figura clave de la reforma protestante, Martín Luteroescribió una carta a los líderes alemanes de su tiempo, pidiéndoles instaurar un sistema escolar obligatorio.

Lutero veía en esta escolarización, una herramienta para moldear las mentes jóvenes dentro de los valores de la Iglesia Luterana, valiéndose del poder del Estado.

Gracias a su influencia, varios estados alemanes fundaron las primeras escuelas públicas modernas.

Más adelante, bajo el reinado de Guillermo Primero de Prusia, 1713 a 1740, se dio un nuevo impulso a este sistema. En 1717, estableció la primera red nacional de educación obligatoria en Europa con el objetivo de fortalecer su ejército.

Durante el siglo XVIII, diversas reformas educativas se construyeron sobre esta base, consolidando lo que luego sería conocido como el «modelo de escolarización tipo fábrica».

Este modelo:

  • Promovía la estandarización de contenidos.
  • Exámenes y tiempos de aprendizaje
  • Priorizaba la obediencia sobre la búsqueda de la verdad
  • y favorecía la uniformidad por encima de la creatividad.

La eficacia de este sistema fue tan notoria que en el siglo XIX reformadores educativos de Estados Unidos se interesaron en él.

Calvin Stowe y Horace Mann considerado por muchos como el padre del sistema educativo estadounidense, viajaron a Prusia para observar su funcionamiento. A su regreso promovieron con fuerza la adopción de ese modelo.

En 1852, Massachusetts fue el primero en implementarlo, y para el año 1900, ya se había extendido a todos los estados del país.

Europa siguió un camino similar; salvo Bélgica, que lo adoptó en 1920, todos los países europeos ya contaban con educación obligatoria a comienzos del siglo XX.

Canadá por su parte también copió el modelo prusiano.

Pero muchos de los impulsores de este tipo de educación, no tenían como objetivo estimular la invención o el pensamiento libre, más bien buscaban un método efectivo de control.

Woodro Lee director de la escuela de educación de Stanford, lo dejó claro en su libro de 1916 «Administración de Escuelas Públicas» donde escribió que nuestras escuelas funcionan como fábricas donde los niños -la materia prima- son moldeados para satisfacer las necesidades de la sociedad moderna.

Según él:

...la educación debía producir alumnos en línea con las demandas de la civilización del siglo XX.

Frederick Taylor Gates, asesor de John Rockefeller y fundador en 1903 de la Junta General de Educación, una institución que promovía una escolarización estatal y obligatoria, fue aún más explícito en su libro «La escuela rural del mañana» quien:

... dejó claro que su meta no era formar pensadores, artistas, ni profesionales, no buscaba crear filósofos, ni científicos, ni formar escritores, poetas o músicos, ni siquiera aspiraba a fomentar vocaciones como la de abogado, médico o estadista; su propósito era más básico: preparar a las personas para llevar una vida limitada, dentro de los márgenes en los que nacieron. Mantener al estudiante dentro de un horizonte estrecho, era para muchos reformadores, un objetivo claro.

Para comprender cuán efectivo fue este modelo en controlar elCharles Sanders Peircepensamiento a gran escala, podemos revisar el ensayo «La fijación de la creencia» del filósofo Charles Sanders Pearce. en donde Pierce describe cómo es posible implantar una creencia colectiva mediante lo que él llama «el método de la autoridad» basado en establecer una institución que repita sin cesar las ideas correctas que enseñe esas ideas a los jóvenes y que al mismo tiempo tenga la capacidad de censurar cualquier visión contraria.

Así:

  • las personas son mantenidas en la ignorancia
  • sus pasiones se manipulan
  • y las ideas disidentes se perciben con temor o rechazo.

De manera que:

Es difícil imaginar un sistema más eficaz para producir ciudadanos obedientes y con creencias uniformes que el «modelo educativo tipo fábrica» que ha prevalecido en el mundo occidental desde finales del siglo XIX.

No sorprende entonces, que según el libro «Cunas de Eminencia» el cual analiza a 400 figuras destacadas del siglo XX, tres de cada cinco, tuvieron conflictos importantes en la escuela.

Los individuos creativos, con ansias de explorar, aprender y crear, no se adaptan fácilmente a un sistema que reprime la disidencia y la autenticidad.

Incluso dejando de lado los motivos cuestionables que originaron este modelo, hay una falla estructural que salta a la vista: la educación tradicional no solo no logra despertar interés, sino que puede sofocar completamente la curiosidad natural con la que todos nacemos.

En este contexto «Arthur Schopenhauer» expresó con claridad que los niños deben mantenerse alejados de toda enseñanza que Arthur Schopenhauerpueda generar errores hasta que cumplan 16 años, es decir, deberían evitarse temas como: la filosofía, la religión o cualquier tipo de visión general sobre el mundo, ya que los errores adquiridos en la infancia, tienden a permanecer estáticos, y además, la facultad de juicio es la última en madurar.

En condiciones naturales los seres humanos forman sus ideas a partir de lo que observan, primero viene la experiencia, y luego el aprendizaje. Así es como realmente entendemos el mundo.

Cuando las ideas nacen de la experiencia existe un vínculo evidente entre lo que vemos y lo que pensamos.

Pero el sistema educativo tradicional invierte por completo este proceso en esa educación artificial como la llamaba Schopenhauer: primero vienen las ideas, luego si acaso, la experiencia. Esta forma de enseñanza, llena la mente del estudiante con conceptos que ha escuchado o leído antes de que tenga contacto directo con la realidad. El resultado es que, una vez fuera del aula, esas ideas se aplican de forma errónea, porque no están bien arraigadas en la experiencia vivida.

Así es como el aprendizaje escolar puede distorsionar la mente. Por eso, tras años de estudio, muchos jóvenes entran al mundo real con visiones ingenuas, simplificadas o incluso distorsionadas. Su cabeza está saturada de teorías que intentan aplicar pero casi siempre lo hacen de forma equivocada.

En lugar de enseñar a pensar el maestro se enfoca en llenar cabezas con contenido.

Los niños crecen así con una visión del mundo basada en lo que otros dijeron; sin desarrollar un pensamiento crítico propio, terminan atrapados en una red de opiniones y prejuicios y si en algún momento la realidad choca con esas ideas, en lugar de adaptarlas, muchos reaccionan rechazando lo real.

Aunque Schopenhauer no usó el término, lo que está describiendo es lo que hoy conocemos como «disonancia cognitiva». Para él, una parte fundamental de una buena educación es asegurarse de que los niños comprendan realmente el significado de las palabras que usan. No deben emplear términos cuyo sentido no entienden, incluso desde pequeños, los humanos tienden a conformarse con las palabras en lugar de buscar la comprensión de las cosas.

Esa tendencia se mantiene con el tiempo y el conocimiento de muchos adultos instruídos termina siendo simple palabrería vacía. Este punto refuerza su crítica principal: la educación debería poner la observación por encima de las ideas, imitando así la manera en que naturalmente aprendemos.

Pero Schopenhauer también reconoce que en la infancia, la capacidad de juicio aún está en desarrollo, por eso, propone que en los primeros años se evite todo contenido que pertenezca al ámbito de las humanidades.

Así, sugiere que hasta los 16 años no se enseñe filosofía, religión, ni asuntos de opinión. En su lugar, se deberían aprender materias donde el error sea objetivo y evidente, como las matemáticas o los idiomas también.

Menciona la historia pero solo aquella que se limite a la memorización de fechas y hechos.

Un beneficio adicional según él, es que la memoria es mucho más fuerte durante la juventud. Lo que memorizamos en la infancia suele quedarse con nosotros para siempre. Por lo tanto esos años deberían aprovecharse para absorber información útil y de calidad.

Para Schopenhauer tener contacto directo con el mundo es clave. En lugar de apurar a los niños con libros, deberíamos exponerlos gradualmente a las cosas reales, a las experiencias de la vida cotidiana, y guiarlos para que comprendan la realidad tal como es.

Es fundamental enseñarles a obtener ideas directamente del mundo, no de fábulas, ni de lo que otros les hayan contado.

Quienes solo aprenden de libros y no del mundo suelen carecer de sentido común. Así el sistema tradicional, incluso destruye la capacidad de pensar por cuenta propia. Por eso Schopenhauer afirmaba que pocas personas instruidas tienen un juicio tan sólido como el que muchas veces poseen los analfabetos.

Una vez más, Schopenhauer mantiene la coherencia con el resto de su pensamiento. Al igual que en su filosofía, aquí insiste en que el contacto con la naturaleza y con la vida real es esencial para el desarrollo.

Los niños deberían pasar más tiempo en la naturaleza y experimentando la vida en lugar de encerrarse en libros desde tan temprana edad.

Por otro lado, Nietzsche, ese pensador provocador Friedrich Nietzsche e incisivo, también dedicó varios fragmentos de «el ocaso de los ídolos» al problema de la educación moderna. Su crítica sin embargo nace de un punto distinto al de Schopenhauer. Mientras este último se enfoca en la estructura y la relación entre experiencia e ideas, Nietzsche construye su rechazo a la educación moderna sobre tres pilares fundamentales:

  • la ausencia de buenos maestros
  • la democratización de la enseñanza
  • y la prisa con la que se ejecuta el proceso educativo.

En primer lugar Nietzsche insiste en que los verdaderos educadores deben ser a su vez hombres profundamente cultivados. Necesitamos, decía, intelectos nobles y superiores, personas que sean en sí mismas, la encarnación viva de la cultura, tanto en su hablar, como en su comportamiento. No quiere sabios ruidos ni burócratas con títulos sino auténticos modelos humanos.

Para él los profesores impuestos a los jóvenes por las escuelas públicas no son más que niñeras disfrazadas de eruditos.

Y, es que para Nietzsche cuando se carece de verdaderos educadores toda la cultura entra en declive.

Ahora bien, aquí surge un dilema evidente. Si sus estándares son tan altos, ¿cómo podría haber suficientes maestros calificados para todos?. Por definición, los espíritus excepcionales son escasos, y justo ahí, introduce su segundo punto: la democratización de la educación.

Nietzsche escribía que los términos educación superior y masa son contradictorios por naturaleza. Según él, la educación elevada solo debe estar dirigida a las excepciones, a los pocos que están preparados para asumir ese privilegio. Esta visión puede parecer brutalmente elitista, y lo es, pero también refleja su desprecio profundo por lo ordinario, por lo que él llamaba el rebaño.

Aunque en muchos de sus textos este desprecio aparece como una corriente subterránea en «El ocaso de los ídolos» se manifiesta de forma más abierta. Este libro junto con sus últimos escritos, es de los más polémicos de Nietzsche, precisamente porque expone con crudeza ideas como estas.

En resumen para Nietzsche cuando intentamos elevar a todos por igual, terminamos por rebajar a los pocos que realmente podrían alcanzar alturas extraordinarias. En su opinión, esa obsesión por educar a todo el mundo lleva a una nivelación hacia abajo a una mediocridad impuesta. Lo que debería ser un proceso lento, artesanal, se transforma en un sistema de producción en masa.

La educación se convierte en una fábrica. Los estudiantes son empujados por la cadena de montaje, para que salgan rápido, dejen espacio a los siguientes y cumplan su rol como piezas funcionales dentro del estado. Aquí entra en juego su tercer punto: la velocidad artificial con la que se impone el proceso educativo.

Desde la niñez se espera que sigas un camino rígido: primaria, secundaria, universidad y luego el trabajo que ejercerás por el resto de tu vida. Todo esto antes de los 23 años, en otras palabras, el sistema pretende que a una edad temprana ya tengas decidido quién serás qué harás y cómo vivirás. Para Nietzsche, es un sin sentido; el verdadero hombre cultivado necesita tiempo, no se forma en pocos años, no puede siquiera concebir la idea de estar terminado en asuntos de alta cultura antes de los 30.

Un hombre de 30 años es apenas un aprendiz. En este punto, aunque no lo digan ,con las mismas palabras, Nietzsche y Schopenhauer coinciden. Ambos sostienen que la verdadera formación lleva toda una vida, y que el sistema, tal como está planteado, no lo permitirá.

Ambos pensadores coinciden en algo fundamental; no puedes esperar que el sistema te eduque, debes hacerlo por tu cuenta. Como escribió Nietzsche, nuestras escuelas públicas están saturadas de maestros producidos en masa y todo el sistema se ha vuelto un auténtico escándalo. Quizás existan motivos para defender esta situación, agregaba con ironía, pero difícilmente pueden considerarse razones legítimas.

Imagen ilustrativa de John Gatto
| Imagen con una cita memorable del docente John Taylor Gatto

Para cerrar esta reflexión vale la pena citar a John Taylor Gato   quien fue nombrado maestro del año en la ciudad y en el estado de Nueva York.

Luego de abandonar su carrera por la frustración que le causaba el sistema escolar moderno se dedicó a escribir sobre los defectos estructurales de la educación obligatoria

En uno de sus libros más conocidos «Embobados El currículo oculto de la escolarización obligatoria,» Gatto traza una distinción clara entre lo que hoy llamamos escolarización y lo que realmente debería ser una educación y escribe lo siguiente:

"sea lo que sea una educación debería hacerte un individuo único no un conformista debería darte un espíritu original con el que enfrentar los grandes desafíos debería permitirte encontrar valores que sean tu brújula en la vida debería hacerte espiritualmente rico una persona que ame lo que hace y debería enseñarte lo verdaderamente importante cómo vivir y cómo morir ese es el tipo de educación que ni las fábricas ni las escuelas modernas ni los sistemas estandarizados pueden ofrecer una educación que no convierte a las personas en piezas reemplazables de una máquina sino en seres humanos con criterio propósito y profundidad una educación que no tiene prisa que no moldea para encajar que no forma para obedecer y aunque el sistema esté diseñado para lo contrario".

Quizá la lección final que nos dejan Schopenhauer Nietzsche y gato sea esta:

...si quieres educarte de verdad tendrás que desobedecer.

Créditos bibliográficos  


Esta publicación es una transcripción exacta del siguiente video:

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